El Peregrino

Durante la

lunes, 14 de noviembre de 2011

El legado del hombre atómico: El niño nuclear

Ahora he abierto los ojos, al igual que Juan en su celda de Patmos he prescenciado los destellos de nuestra actualidad: H R Giger, un gran pintor de nuestra época tiene un pequeño texto en el cuál habla acerca de un futuro incierto con un personaje que cambiaría por completo nuestra época, este pequeño es, sin duda El niño atómico.
Sin embargo pasaron los años, y este niño creció, creció y tuvo hijos y sus hijos, niños fueron destinados a vivir y disfrutar de los efectos de tantos años de lucha y revolución; sin embargo encontramos que la guerra que pelearon nuestros padres termino debastando mas el mundo en vez de hacerle mejorar, encontramos lo que somos...
Somos los restos de un muro caído, de una revolución perdida, somos el eco de miles de gritos del pasado, de placeres y emociones secretas.
Somos eco, somos ruina, y sobre la ruina nos levantamos, como miserables, como mendigos, como hijos de cientos de caídos...
Somos los niños nucleares hijos del hombre atómico.
Nuestra voz no es más que el eco abandonado tras las frías calles donde detonaron las bombas ideales de nuestros padres, nuestra vida es un reflejo aparente del sueño que ellos buscaron para nosotros.
Cualquiera podría juzgar con esperanza que entonces nosotros seríamos la voz amplificada de nuestros propios padres, sin embargo son muy pocos los gritos, el silencio irrumpe en nuestras almas y a nuestros alrededores, la mayoría de nuestras voces se ha apagado, víctima de los androides que cuelgan de nuestras manos y se conectan a nuestra mente, víctima de una conección que desconecta, una mentalidad invisible que elimina el funcionamiento de nuestras neuronas colapsando toda clase de pensamiento.
Somos seres encadenados, cuya voluntad ha sido eliminada y avanzamos hacia la vida inminente de forma que nuestra muerte permanece y vivimos en estado vegetal.
Abyecciones crecen a nuestro alrededor, fruto de las explosiones de potencial y derroche, sin embargo estamos rodeados de ruinas y polvo, polvo que nos cubre, polvo en el cuál nos convertiremos.
Somos los hijos del hombre atómico, muy pocos heredamos su voz, y muchos menos su vitalidad, nos conocen por arrastrarnos ante la frenesí del hoy, por no conocer más allá de los confines de nuestros cuerpos y por estar formados y no creados, somos los hijos del hombre atómico, raza desterrada para la destrucción, somos la peor lacra de todos los tiempos y sobre nuestros hombros cuelgan letreros, letreros que indican el fin del mundo esta en curso.
Somos los hijos del hombre atómico, sobre nuestros ojos yace la desolación de nuestros tiempos, yace la simplicidad de las miradas que no reflejan más allá de lo que se puede ver, que no son más que una mirada de un ser inexsitente y cuya inexsistencia le da vida.
Somos jóvenes, y sin embargo vemos la destrucción con ojos de cariño, somos inocentes y sin embargo aprendimos a matar almas apenas salimos de las entrañas de nuestras madres, no conocemos belleza ni nuestros ojos han visto resplandor alguno, entre la oscuridad reptamos hijos de la mas infame calaña, y si esto no fuera suficiente he de deciros que no nos interesa, no deseamos nada distinto.
Si, somos desgraciados y miserables, somos miserables y desgraciados, nuestra vida se ha marcado por el peso de los artilugios que cargamos, no hay espacio en nuestro cuerpo para un alma o algún intento de pureza, somos seres mecánicos, cómo si fuera parte del ciclo nacemos, crecemos, nos reproducimos y morimos sin dejar nada importante a nuestro paso, no nos interesa, y a los pocos que les interesa mueren ante la frialdad del resto.
No hay emociones ni sentimientos en este mundo, no esperen nada nuevo.
Somos muchos sin hacer nada
no creemos ni creeremos en nada
somos hijos del hombre atómico,
somos los niños nucleares