El Peregrino

Durante la

martes, 6 de diciembre de 2016

El fulgor de las luces locas

Subió al camión sin interés alguno, una delgada capa de gris flotaba en el aire restándole vida al entorno que se agitaba bajo el suave vaivén del frío y la llovizna. Entre finlandeses,  Edith, Carlitos y más tarde Yann harían que buscara con la mirada aquellas luces que como tantas veces le rodeaban, perfecta sincronía de la imaginación deformada por una visión corta, miopía de un cuerpo condicionado a las gafas del alma; finalmente ¿quién dijo que y como mirar?

Partida y final son condicionantes carentes  de tiempo e importancia, solo los hazes que danzan invisibles ante la mirada de los cientos que transcurren; imposible querer detener el instante en algo más que su propia existencia, cada nota tiene un compás e instante en el cual aparecer; azules, rojos y un verde parpadean ante un índigo que pareciera cubrir lentamente los silencios que carecen en el vaivén oscuro.

Paz que flota en la levedad de un ser que encuentra admiración al ser uno con el universo ¿que puede haber más perfecto?. Puede que solo seamos extraños que convergen en un mismo pensamiento, quizás una idea que ya ha sido olvidada, aunque no del todo.

Del índigo gris descienden en  vertiginoso desplome insignificantes notas que contra el frío pintan de irrealidad la refacción de la luz, juego de ilusiones ambulantes tras la iridiscente inestabilidad de un movimiento irregular e inconstante. Quizás solo la falta de razón transmute lo mundano en danza, al escuchar los clamores que se pierden en el horizonte de lo inestable e inesperado.


Qué escribir cuando se escribe

Inicios, dudas, retrocesos.
Entender un pensamiento que se manifiesta como un grito de forma silenciosa, algo amargo que se hunde en oscuridad, carente de belleza.

Estructurar, dar coherencia y forma.
Detener el flujo, decidir qué se queda y que no, es un instante donde todo puede suceder, donde las ideas se segregan y dudamos que camino seguir.

Olvidar...
Olvidar todo lo establecido, juzgar solo con la voz más profunda, finalmente no importa el resultado, es solo un proceso dentro de nuestra imperfecta naturaleza humana. Un instante que busca resonar en el eco de la existencia.

Sobre qué escribir cuando se escribe, una constante de duda, una incertidumbre, una desesperación en el acto al nacer donde sólo los pensamientos encadenan el destino de las voces, no perfecto, visceral, corrompido por las mismas entrañas de oscuridad que hilan el vaivén de los espíritus comunes, el trazo rígido, los silencios incontenibles ante tantas voces olvidadas, locas luces que destellan en la oscuridad danzante. Algo ha muerto.

Escribir.
¿Quién pudiera ser juez ante la incertidumbre de los actos? ¿ante los pensamientos? siendo ecos de olvido, quizás un Dios mudo encuentra en los sollozos música y percepción, única forma de conocer y autentificar la propia existencia. Jamás creación habrá que sea perfecta, siempre existirá un rompimiento, un desliz, una ruptura.
Entender, aceptar y amar lo imperfecto es la única forma, jamás se estará satisfecho.

¿Qué escribir cuando se escribe? 
¿Acaso existe alguna importancia al hilar palabras e ideas? ¿Jugar con telarañas mentales de hilos etéreos?  Francamente... No, no busca nada ni persigue algún pensamiento. ¿Qué escribir cuando se escribe? Solo aquello que resuene en el alma, todo lo demás es vano.

Soltar, no existen dueños ni pertenencias, solo fulgurantes luces en la oscuridad.
No son pretensiones, es una necesidad desesperada de encontrar un resquicio al que llamar hogar, aunque sea por unos instantes. Todo ha concluido pero la espera sigue, viejo telar que desgarra lentamente sus filamentos sin perder tamaño, las tramas cambian pero el dibujo es el mismo. Nada cambiará el mundo.


domingo, 6 de marzo de 2016

Te pienso

¿Porqué me mirás?
Porque te pienso.
¿Y en que pensas cuando me mirás?
Pienso en como serás cuando el tiempo nos alcance, como sera una existencia entrelazada en un pasado, miro tus ojos y pienso cuando sepamos hasta la última arruga de nuestro ser y podamos reconocerla tal como distinguimos nuestras palmas, la diestra de la siniestra.

Cuando el tiempo nos alcance y el suspiro se desvanezca evaporándose en un instante inadvertido; cuando secos nuestros labios de besos y palabras ahoguen el último "te amo" en un susurro ilusorio tan monótono como olvidado.

Te pienso frente a mi, cuando nuestras llamas se conviertan en cenizas y alcancemos a vislumbrar los vestigios del tizne y la hoguera. ¿Acaso podremos tomarnos de la mano y frente a frente permitir que el silencio ponga palabras a nuestro ocaso? 
¿Permitirás ser aceptada como un reflejo imperfecto de una construcción humana? ¿Permitiré una última derrota como acto de humildad ante la levedad del ahora?

Nos pienso juntos, sin más dibujos en nuestro rostro que las cicatrices como prueba de nuestra extinta luz. Solo un reflejo en nuestras pupilas, la última cicatriz de aquellos que permanecen unidos.

Nos pienso juntos, cada uno olvidado y perdido, dos pabilos consumidos cuyas estelas se pierden en la frontera de lo sustancial.

Si el tiempo nos alcanza, y con la mirada fija nuestros silencios pueblen recuerdos y vacíos, vacíos tan comunes y mundanos como el avance de los segundos. Si nos alcanza y nos encuentra, quizás vislumbremos la caída de viejas torres que erigimos y decoramos, descubramos el polvo que nos rodea, y en esas ruinas encontremos la faz de un espectro que jamás nos abandonó.