El Peregrino

Durante la

jueves, 28 de agosto de 2014

La densidad del alma

El salir, salir y entender los rayos del sol cuidadosamente acarician cada árbol y lugar de la tierra; luz, luz entrelazada en un paisaje que se altera conforme avanza la existencia de un ser que cuestiona las razones que lo mantienen en vida y lo invitan a moverse.

En verdad es imposible medir el tiempo o el espacio, ¿como calcular aquello que sucede y a su vez se esfuma? ¿ no es sino el mismo acto el que da efecto a cada instante? ¿como entender aquello que fluye?, es tan hermoso el instante que se entiende como eso, solo un momento vivido y se contempla toda la grandeza de Dios, una existencia eterna y enorme que nada tiene que ver con la miseria de la vida humana.

El sólido avance del ser por el universo eso es la existencia, una existencia encadenada a la cárcel de un cuerpo cual condena platónica marca del pecado original, misma que hunde en la miseria y exalta las almas de los mortales dentro de su patética miseria; no podemos sino añorar mejores tiempos, días más claros y una vida más perfecta; los ojos del hombre se ciegan ante la infinitud del universo, su piel se seca a lo largo de los días y el sudor de su pesadez marca la fiera desesperación de este por hacer algo que de verdad sea trascendente cuando tal idea no pareciera existir por lo menos dentro del plano terrenal donde solo hay aprendizaje, emociones, contemplación y miseria, misma que es causada por la mano humana al no medir lo insignificante que es dentro del universo.

Dicen que el alma pesa 21 gramos pero sería estúpido y carente de sentido el tratar de medir un cuerpo etéreo, algo que está fuera del alcance de la razón y quizás del mismo consciente humano. Seria de igual modo una tontería el intentar explicar la ausencia del alma en los seres mediante cálculos e instrumentos humanos, la verdad es que somos insignificantes, sin embargo hay algo de amor en esta insignificante existencia, porque aunque un grano de arena mas o menos aparentemente no afecte a todo el desierto ¿que sería del desierto sin su arena? o un arbusto en un bosque, por pequeño que sea forma parte del gran follaje que conforma todo el bosque.

El hombre es quizás el animal más inteligente y más imbécil a la vez que ha podido caminar por la tierra sus avances en busca de un progreso han sido quizás la historia más trágica de desaciertos jamás contada, porque puede haber instrumentos para mejorar la visión para hacer a los enfermos sanar, sistemas para que los ciegos vean, los mudos hablen y los incapacitados se muevan, pero no existe nada en la creación humana para el hombre desesperado, para el solitario o el loco, para los relegados de la sociedad, para aquellos que han sido invadidos por el miedo de sus propias inseguridades, para ellos no existe poder humano que les haga recuperarse; no es sino Dios mismo y la mínima parte de su existencia dentro del cuerpo del individuo lo que puede hacerlo salir, lo que puede hacer que su existencia aparente nos ser en vano, donde sea un hilo más en el entretejido del universo y donde si no existiera ese hilo no podría completarse la obra con la misma perfección. Muchas veces no escuchamos a Dios clamando nuestro nombre, el no puede hacer si nosotros no hacemos por eso nos llama somos su divina imagen y semejanza en un cuerpo de carne lo que nos lleva  a no tener la misma pureza de un alma libre, si no lo escuchamos Dios muere en nosotros y pasamos a ser una existencia monótona, un acercamiento a un ser no muerto, si lo escuchamos muchas veces nos dolerá se convertirá en una llama que hará arder nuestras entrañas hasta el fin de nuestros días, podemos oponernos, tratar de poner resistencia pero habrá cada vez más señales y más fuerza y luego sabremos que hemos destruido lo único puro que alguna vez llegamos a poseer. Si no escuchamos ya hemos muerto solo con él podemos seguir esta existencia, no con una promesa de un mañana mejor sino simplemente con la certidumbre que estamos haciendo algo divino dentro del universo y eso vale más que la promesa de un mañana más claro.

Nunca deja de soñar